sábado, 3 de diciembre de 2005

¡Qué contenta!

Anoche volvíamos a casa de tomar un par de cervezas (yo) y un par de cocacolas (ella) -porque ya ha vuelto a la cocacola después de descartar cualquier cosa mala en el corazón- con sus respectivas tapas y se me ocurrió darle un beso. "¡Qué asco!", dijo. "¡Sabes a cerveza!", me recriminó. "Claro, ¿a qué voy a saber?". El caso es que estaba tremendamente contenta porque su aliento ya no sabe a tabaco. Y se reía de mí.
Sin embargo, no se reía por la tarde en la peluquería, mientras una 'abuela' consumía cigarrillos a tutiplén y la rallaba. Bueno, a ver qué hace la 'abuela' en cuestión el 1 de enero cuando la peluquera no le deje fumar en su establecimiento. Nosotros (o ella), ese problema ya lo tenemos resuelto.